Morena surge de un movimiento social, aglutina personas de todos los sectores, con ideas similares pero también divergentes. Los objetivos comunes se ponderan y se dejan al debate interno las diferencias para unificar criterios y postular ideas comunes.
Los debates internos con el fin de encontrar más coincidencias en lo cuantitativos y profundizar en las tareas partidistas en lo cualitativo, nunca sucedió en Morena. Las leyes electorales, parecieran elaboradas para restar actividades sociales a los partidos y concentrarlas únicamente en las elecciones y los partidos, principalmente Morena, no tuvo la agudeza de advertirlo y cayó en la inercia de dedicar su cúpula, en cuerpo y alma a la tarea electoral.
Desde luego que todo partido debe aspirar a ganar elecciones como esencia de su existencia, aunque sabemos que ahora más que nunca los hay que sólo quieren conservar el registro porque les significa una empresa electorera. Estos partidos están tanto en la derecha como en la izquierda y se vuelven la puerta de entrada para sabotajes e infiltraciones que redundan en traiciones o diferencias que ocultaron o crearon para desgastar finalmente a Morena.
Un movimiento político vence las diferencias y se convierte en partido, pero su crecimiento inevitable, rebasado por un liderazgo que representa su propia vanguardia, les facilita la tarea de caminar baj0 la sombra del líder. Así se han pasado casi cinco años sin que aprendan del triunfo electoral lo más esencial de un partido: la unidad.
En Morena hubo golpes de estado, protagonizado por personajes que fueron premiados por la cúpula; lo grupos chocan y ahora, ante la fragilidad que impone la división, la desbandada se anuncian en caso de que uno de los precandidatos no sea el bueno para la Presidencia. Y no precisamente del partido.
La falta de estrategias de la oposición, su carencia de propuestas, la anulación de su voz ahogada en gritos e insultos, resultó involuntariamente, de chiripa, una estrategia.
La oposición negándose a sí misma, y dejando a Morena como única fuerza política en el país, hizo que al partido en el poder le surgiera un tumor cancerígeno llamado disidencia interna, que todavía no se atreve a decir su nombre pero todos imaginan de quienes se trata.
Desde luego que los integrantes de la oposición carecen de la capacidad como para crear esta situación, pero el origen y desarrollo de Morena se encaminaba hacia la separación de una parte que nunca aceptó con agrado todas sus políticas. Ahora, ven, en la figura de un precandidato que puede regresarles la fantasía que confunden con esperanza, la posibilidad de regresar, un poquito al pasado. Pero retroceso al fin y al cabo.
Todavía la oposición no es consciente de que al negarse a participar de manera seria en política, dejó que las víboras en la cabeza de la Medusa, se destruyeran a sí mismas. Morena necesitaba de una oposición fuerte para permanecer unida, pero en este caso no había siquiera una oposición débil, simplemente no hay oposición.
Puede decirse que la oposición dividió a Morena sin quererlo, porque al no encontrar un enemigo al frente lo encontró adentro. La tardía aparición del Instituto de Formación de Cuadros, las tareas deliberativas no sólo delos consejeros sino de los militantes, no fueron suficientes para cohesionar la militancia ni a los simpatizantes.
Finalmente, la flojera de la oposición, la apatía de sus integrantes terminó hacer mella en Morena. La división está latente.
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