Este año se cumple un centenario de la partida física -tras una emboscada perpetrada el 20 de julio de 1923-, del general revolucionario Francisco Villa. El gobierno de la Cuarta Transformación de México dedicará el año completo en memoria y homenaje al genio militar, dirigente nacional de la revolución mexicana, bandolero social y mítico representante de las causas sociales de los desprotegidos del alba del siglo XX. Nuestro preciado Robin Hood.
Una mañana de septiembre de 2022, retomando los dichos populares que se han compartido de voz en voz, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició su habitual conferencia de prensa con una anécdota, que dijo se le atribuye al general revolucionario Francisco Villa, quien alentaba a sus Dorados -cuerpo élite de la División del Norte – cuando la situación estaba complicada, siempre les decía: “ánimo, que lo que viene está peor”. Pero después dio contexto a esta frase aseverando que le inspiraba arrojo ante la interminable guerra sucia, que el movimiento de la transformación de México ha vencido una y otra vez, gracias al respaldo popular.
Existe toda una tradición muy rica de historias, frases y memorias que se han trasmitido entre generaciones para atesorar los principios del villismo, cómo un movimiento social histórico, legítimo y vivo a favor de los pobres; de ese potente arsenal de acontecimientos -como el hecho que Villa cuando fue gobernador de Chihuahua confiscó tierras para repartirlas, ordenó bajar el precio de la carne a un 85 por ciento menos de lo que costaba, aplicó la misma política con el frijol, el maíz y quitó los impuestos de importación en la Aduana de Ciudad Juárez a los productos básicos que consumía la población, entre otras medidas-, emana el convencimiento de que los de abajo pueden ejercer un programa de gobierno a favor del pueblo.
El New York Times reseñó así el breve pero relampagueante gobierno de Villa en Chihuahua, ocurrido del 8 de diciembre de 2013 al 7 de enero de 1914 al fragor del proceso revolucionario que cimbraba todo México: “Sentía una verdadera pasión por las escuelas y estableció cincuenta planteles de educación en la ciudad. Hizo que el Ejército hiciera funcionar los tranvías, la planta de luz eléctrica, los teléfonos y el agua potable. Instaló molinos de harina y mataderos de ganado. Cerró las cantinas e hizo fusilar a uno de sus propios soldados cuando lo encontró en estado de ebriedad”.
El notable escritor Paco Ignacio Taibo en una charla denominada Villa y la Revolución Mexicana efectuada en 2010 reflexionó: ¿Qué es lo que hay en esencia en el fenómeno del movimiento villista y el ejército de la División del Norte? Básicamente una cosa: la venganza. El derecho de los jodidos a vengarse de los abusos, de los agravios, de una sociedad mentirosa, fraudulenta. Benévola con el rico, cruel con el pobre; de una sociedad que produce miseria y en la cual hay una doble justicia y una doble moral”.
Por su parte, y esto explica por qué Francisco Villa y el villismo han sido incomodos para las elites conservadoras de nuestro país, el historiador Friedrich Katz en su monumental obra Pancho Villa, señaló: “La ideología de Villa tuvo siempre consecuencias concretas. Su odio a la oligarquía se manifestó en la confiscación de sus tierras y propiedades. Su convicción de que debía producirse una redistribución de la riqueza se expresó en los masivos repartos de alimentos y otros bienes a los sectores más pobres de la sociedad. Su compromiso con sus soldados se reflejó en las enormes sumas que dedicó a los heridos, y a los huérfanos y viudas de esos hombres”.
Ha dejado el villismo numerosas lecciones y definiciones donde predomina la opción preferencial a favor de los pobres, de la cual nuestro movimiento de transformación ha abrevado, asumido y potenciado en la construcción de un estado de bienestar y derechos sociales.
Así como Pancho Villa nunca dejó de ver por los hijos y viudas de los soldados revolucionarios muertos en combate, hoy el cambio verdadero reivindica a los adultos mayores para que ejerzan como derechohabientes a una vejez digna, luego de haber ofrendado su vida al servicio de su Patria y al amor a su familia.
La misma guerra sucia de los poderosos contra todo lo que ponga en riesgo el estatus quo y los privilegios de las élites, enfrentó el general Villa, lo llamaban ladrón o bandido, simplemente por estar del lado correcto, el de la historia y la defensa del pueblo.
Pero como bien escribe Katz acerca de la coherencia de Villa a lo largo de su vida y hasta que una ráfaga de balas cerró sus ojos:
“¿Era Villa, como sus enemigos lo pintaban, un simple bandido deseoso de poder y riqueza? De haberlo sido, hubiera actuado después de su derrota a la manera de los corruptos políticos latinoamericanos, del tipo de Batista en Cuba o Somoza en Nicaragua, cuando son militarmente vencidos: se llevan lo que pueden del tesoro estatal con la idea de llevar una buena vida en el exilio. Villa tuvo la oportunidad de hacer otro tanto. Durante mucho tiempo controló el tesoro de la División del Norte. Wilson le había ofrecido asilo en Estados Unidos. Pero eligió volver a la vida dura, salvaje y en extremo peligrosa de un guerrillero”.
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