Nunca la sociedad mexicana había estado tan consciente, informada e interesada por la política y la vida pública del país. Nunca había habido tantas y tan variadas fuentes de información tanto de derecha como de izquierda. De hecho, antes no había una clara distinción de ambas como ahora.
Nunca había sido tan evidente que la historia tiene un peso relevante para comprender muchas cosas que acontecen en el presente, y que se puede aprender de esta para no repetir errores en el futuro o para emular las buenas acciones del pasado. Nunca los intelectuales orgánicos y el llamado círculo rojo habían sido tan vilipendiados y exhibidos por las mentiras y manipulación que habían promovido a partir de los intereses que representaban.
Nunca el ciudadano común había estado tan empoderado en democracia para ejercer un voto pensado, reflexivo y con sentido de ciudadanía. Nunca se había hablado con tanta claridad desde el poder y desde la oposición, donde ambos bandos, sin reparo, hablan de sus intenciones y de lo opuestos que son sus proyectos.
Nunca había habido mensajes de ida y vuelta que corrieran tan rápido a través de la opinión pública y que tuvieran eco en instituciones y acciones. Nunca había habido tanta pasión sin violencia en la vida pública del país, como desafortunadamente pasa en otros países. Nunca se había exhibido tanto los errores y aciertos de ambos bandos, ni había habido tantas interpretaciones de los datos económicos, políticos y sociales que expresan el desempeño de México en comparación con otros.
Nunca el ciudadano común había podido expresar su opinión con tanta claridad y sin miedo a represión como ahora, en donde, en todo caso, es cuestionado desde las mismas redes sociales y foros de política. Nunca se había confrontado e insultado tanto al presidente de forma directa (en las mañaneras) o indirecta por parte de sus detractores a través de las redes sociales o los medios convencionales. Nunca los partidos políticos que antes fingían posiciones opuestas y que, en el fondo, representaban los intereses de las élites habían actuado en bloque contra el proyecto que representa a las mayorías.
Nunca los proyectos estratégicos de inversión pública del país habían sido tan criticados o admirados por los analistas y, en general, por la sociedad. Nunca se había tenido una posición tan firme y definida en términos geopolíticos; en primer lugar, con Estados Unidos en temas tan sensibles como migración, economía y alianzas estratégicas; en segundo lugar, nunca se había estado tan hermanado con América Latina, especialmente con gobiernos progresistas; y finalmente, nunca se había tenido una posición tan digna frente al intervencionismo europeo solapado por gobiernos neoliberales.
Nunca se habían impulsado políticas públicas tan poco ortodoxas desde la perspectiva de los grandes teóricos que cuestionan el intervencionismo del Estado y que defienden el libre mercado, y al mismo tiempo, nunca se había demostrado tan claramente que en tiempos de adversidad como una pandemia o una guerra, el Estado (y no el mercado) juega un papel fundamental para salvaguardar el bienestar de los más pobres y vulnerables.
Nunca el poder mediático había sido tan obvio en sus expresiones, pero también, nunca había sido tan exhibido como ahora. Los medios de derecha nunca habían pasado por una crisis de credibilidad y confianza tan grave como ahora, pero al mismo tiempo, nunca habían sido tan fuertes económica y políticamente para defender sus intereses.
Y es que se pueden discutir los logros y alcances del proyecto de la Cuarta Transformación, pero, lo que es innegable, es que uno de sus mejores legados es la politización de la sociedad, lo que sin duda representa un avance para la democracia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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