El lunes falleció Pablo Milanés, un grande, su deceso nos hace pensar que se acaba una era. Su música es un referente para una generación que vivió, tanto dentro como fuera, momentos históricos convulsos en Cuba. Los más jóvenes poco se sentirán atraídos por las letras cargadas del halo de protesta que tenían los trovadores. Pienso que su música estaba caracterizada por la esperanza. Le cantan a un pueblo que yergue su esfuerzo para mantener el espíritu intacto ante la indiferencia del mundo.
Podríamos pensar en los movimientos culturales que forman a los jóvenes de la actualidad. Algunos piensan que el reguetón es un movimiento que revoluciona las sociedades y me parece un tema muy controversial. Conocí ese ritmo cuando daba clases en preescolar, los niños tenían que elegir la música que bailarían en el festival del 10 de mayo. No es extraño que sus gustos tuvieran ese entorno, pues sus madres eran muy jóvenes. En ese momento las letras eran más inocuas que explícitas. Esa forma parte de la educación sentimental y los valores de su generación, muy lejos de la trova. Quizá podamos celebrar su apertura al erotismo y criticar el impacto que éste tiene en los niños viven esa cultura.
Cuando estuve en Serbia mis amigos expresaron su amor por las telenovelas mexicanas pues representaban el escape de los conflictos bélicos de los 90. Lo mismo pasó con las películas que en los años 50 iniciaron un movimiento de cantantes serbios que interpretaban las traducciones de música ranchera. Esa moda no perduró, pero en la actualidad se bailan en los antros música latina, la cual nosotros conocemos como reguetón, aunque también hay lugares donde se baila salsa. La cultura se mezcla con los sucesos sociales, son su reflejo.
Si expresara la política de México en una canción sería la que versa “ahorita ya no sé si tengo fe”. ¿Por qué no aplicaría esa canción a todas las traiciones que el pueblo de México ha sufrido por parte de los gobernantes que destruyen, vulneran o permiten el aumento de la desigualdad social? No puedo llegar a la parte de “quién no sabe en esta vida la traición tan conocida que nos deja un gran amor” porque varias entrevistas del domingo 13 de noviembre nos dejaron claro que hay quien desconoce los episodios trágicos en la vida nacional.
Las circunstancias políticas y sociales me hacían desistir de la idea de que un cambio pudiera darse, justo cuando llegó la guerra contra el narcotráfico. La inseguridad creció, los secuestros exprés, a los que cualquiera estaba sujeto, fueron una innovación terrorífica del crimen organizado. Finalmente, el retorno de un dinosaurio que parecía perdido en el abismo. El nuevo PRI que tomó el poder para devastar al erario con su voracidad potenciada gracias a la incertidumbre de su futuro moviendo los hilos a largo plazo nos llevaron al extremo. No sé en qué punto estamos, pero sé que comienza un nuevo camino democrático en la política mexicana y tampoco veo que exista un movimiento musical que lo acompañe.
Cuando ganó la presidencia López Obrador sólo veía una ventaja en ello, que la posibilidad de recobrar la esperanza en una administración distinta fuera el incentivo para cambiar nuestras acciones cotidianas. No sé si eso se ha logrado, lo que sí podemos observar es que cada día las personas se interesan más en la vida política del país. Quizá en algún momento veamos que se lee más, se busca más, se investiga más, que los debates comienzan a dejar de ser insultos y que se construya una oposición digna de tener una contienda de cualquier magnitud.
Jürgen Habermas afirma que los marcos temporales de un siglo no son tan importantes por el cambio en el número de la centena, sino que existen acontecimientos significativos que modifican a la sociedad, los llamó el “siglo corto”. Es decir, un suceso disruptivo que transforma el orden social con tal magnitud que puede considerarse el inicio o el fin de algo. Por ejemplo, los avionazos de las torres gemelas, que modificaron los protocolos de ingreso a los Estados Unidos. Quizá, así como comienza a perecer la era de la trova cubana, la inanición del PRI los lleve a la extinción y ese será el fin de una era. Habrá que pensar la canción que podemos dedicarles, aunque el presidente dice que “Ya supérame” es la adecuada.
El 27 de noviembre veremos el tamaño de la ilusión en el porvenir de buena parte de la población que saldrá a las calles. Ha dicho Andrés Manuel que es una marcha para celebrar y la gente con la que he platicado a eso asistirán, a festejar quizá el inicio de un siglo corto. Se tomarán las calles para convertirlas en una fiesta donde se departirá por la alegría de no permitir que quienes nos arrancaron la fe y la esperanza regresen a gobernar. Será un día histórico y quizá la última vez que marcha el presidente, pues ha dicho que al finalizar su mandato se retira de la vida política, por esa razón nadie quiere faltar. Esperemos que la música no falte y que los insultos brillen por su ausencia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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