¡Ver para creer! Antier, el diario norteamericano Financial Times publicó en la primera plana de su versión impresa: Lowest global population growth since 1950 raises economy fears, lo cual podemos traducir como “Genera temores económicos el crecimiento poblacional mundial más lento desde 1950”. ¿Se dan cuenta del tamaño de la insensatez? Quizá no se aprecie a primera vista, pero reflexiónelo un momento y acordará usted conmigo que la aseveración no sólo es estólida hasta la grosería, sino que además descara la perversidad esencial del sistema económico que impera en el orbe.
Primero, ¿qué diablos son los “temores económicos”? En principio, yo que ya leí la nota puedo decirle que podemos descartar la interpretación del adjetivo económicos en su acepción de asequibles o de poco precio. No se trata de miedos o recelos baratos. En este caso, económicos califica a los aludidos temores como relativos a la economía, esto es, referidos a la enorme abstracción que engloba la administración, la producción, la distribución y el consumo de la riqueza, por decirlo fácil.
Entonces, si hay temores en torno a la economía —sé que para muchos neoliberales es una herejía el puro hecho de que yo no escriba el término con una sumisa mayúscula—, ¿quiénes los sienten? Porque vale la pena recordar que la dichosa economía no los podría sentir, la economía, aunque se escriba con mayúscula, no siente ni eso ni alegría ni enojo ni nada, sencillamente porque la economía no es una persona, sino una abstracción. Más vale subrayar esta obviedad porque vivimos en un mundo en el cual, avalados por el sentido común hegemónico, solemos leer y escuchar disparates disfrazados de juicios razonables; por ejemplo: “La Economía requiere que las ventas de automóviles recuperen su crecimiento”. ¿Se da usted cuenta? El aserto anterior tiene el mismo valor semántico que decir “Huitzilopochtli necesita que sean ofrecidos en sacrificio más corazones humanos”.
Podrá ser que un weyi tlahtoani de la Triple Alianza, ponga usted el fiero Axayácatl, en un momento dado haya considerado conveniente organizar un espléndido festín en la gran Tenochtitlán para propagar miedo y respeto entre los pueblos conquistados por los mexicas, pues entonces, “Huitzilopochtli necesita que sean ofrecidos en sacrificio más corazones humanos”. Igual, si determinadas empresas y propietarios de grandes capitales desean, como siempre desean, incrementar sus ganancias, pues entonces, “La economía requiere que las ventas de automóviles recuperen su crecimiento”.
Ahora bien, el crecimiento demográfico o poblacional se refiere a la gente, a los hombres y mujeres de carne y hueso como usted y como yo y como el más o la más adorable de sus prójimos, ¿cierto? ¿Se afirma entonces que vamos a ser menos seres humanos pululando por la Tierra? No, lo que se informa es que el crecimiento demográfico es más lento hoy que a mediados del siglo XX. Y si el crecimiento poblacional pierde velocidad, ello no se traduce en que cada vez seamos menos gente, sino que cada vez seguiremos siendo más y más, aunque no se incrementará la población tan rápido como lo venía haciendo desde 1950. En efecto, cheque usted, en 1974 la población mundial alcanzó la cifra de 4 millardos —mil millones— y se estima que en noviembre próximo, el día 15 según la ONU, seremos 8 millardos; es decir, nos duplicamos en apenas 48 años. Si mantuviéramos el mismo ritmo de crecimiento demográfico, en el año 2070 seríamos 16 millardos de personas, y no: según las estimaciones de la ONU, existe una probabilidad del 95% de que el tamaño de la población mundial se sitúe entre 9.4 y 10 millardos en 2050 y entre 8.9 y 12.4 millardos en 2100. O dicho en corto: durante las próximas décadas —si esquivamos la hecatombe atómica, una pandemia apocalíptica, el achicharramiento del planeta o cualquier otra calamidad— la humanidad continuará plagando el mundo, a lo bestia.
¿Entonces? ¿Los mentados temores económicos, sea quien sea quienes los estén experimentando, se deben a que la cantidad de gente que infestará el orbe volverá imposible suministrar a todos y todas de los satisfactores necesarios para vivir? Tampoco. La capacidad de producción de los humanos rebasa con mucho lo que necesitamos. ¿Quiere usted datos? El primero es una verdad de Perogrullo: tan le sobra recursos a la especie, que sigue aumentando la cantidad de especímenes, nosotros. Y dos datos más. Uno, la obesidad en todo el mundo casi se ha triplicado de 1975 para acá —hoy 2 millardos de adultos padecen sobrepeso—. Y dos, los recursos energéticos también nos sobran, y si no me cree, recuerde que la humanidad tiene energía para despachar turistas megamillonarios al espacio exterior y naves a explorar Marte. El lío no es que no haya, el lío es cómo está distribuido todo.
Los temores económicos de los que da cuenta el Financial Times se refieren a la falta de consumidores, y particularmente de consumidores con capacidad de compra. Huitzilopochtli teme por la escasez de corazones humanos.
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