Sólo en México

En el Valle de México existe un joven que rescata tumbas abandonadas en los panteones. Se llama Antoni Osorno y tiene 31 años. Su fuente de inspiración es su abuelita quien le decía “Si la vida es triste más lo es un alma abandonada en un camposanto.”

Su ritual comienza pidiéndole permiso al alma de la tumba más deteriorada, olvidada y triste para iniciar. Con mucho respeto se dirige a la persona cuyo nombre está grabado en la lápida y los nombra en voz alta quizá después de muchos años. Ya sea niñas, ancianos, señores y señoras ya grandes, jovencitas. Con recursos propios, algunas humildes herramientas y su creatividad, comienza por quitar hojas, tierra, basura, flores secas para luego lavar la piedra y poco a poco mientras Antoni reza y dice palabras hermosas llenas de bondad y amor comienzan a resaltar esos nombres que fueron gente, que nadie visita, que ya no se recuerdan, que ya no le duelen a nadie más que a él. 

Este hombre que utiliza su energía para conectar con el reino del Mictlán en los campos santos del Valle de México acarrea el agua, carga con todo lo que necesita, suda y se interna en los desolados caminos de cualquier cementerio, mientras más bien se cuida que los vivos no le roben sus pertenencias como ya le ha pasado.

Antoni se coloca un cubre bocas y guantes y comienza. A veces pinta las estelas, les pone flores, crucifijos, rosarios, adornos coloridos y si son niños o bebes hasta juguetitos, rehiletes, peluches, listones y corazones. Así, las tumbas son transformadas en alegría y reconocimiento a esas vidas que fueron y que descansan contentas después de su rezo he intervención. Por ejemplo, una vez encontró una bebé recién nacida y le decía: “Dedico esta limpieza con todo respeto para la bebe que se fue de este mundo sin poder decir adiós. Que en el cielo juegues feliz y te gusten estos obsequios, angelito precioso” 

En esta labor se ha encontrado de todo, desde trabajos oscuros, tumbas vandalizadas, profanadas o abiertas y a veces en su actividad solitaria ha visto huesos, sentido y escuchado risas, murmullos, quejidos, presencias y voces extrañas, pero eso no lo detiene porque intuyo que tiene la convicción de que esas almas le agradecen su labor. 

Como un puente entre los vivos y los muertos Antoni se dirige a esas personas fallecidas como sus amigos y les comienza a hablar con compasión y una cándida confianza como si estuvieran ahí con él y los conociera de muchos años. Siempre deseándoles que se encuentren descansando en el cielo. 

 Últimamente fue a rescatar y homenajear a una joven indigente que vivía debajo del puente de la Concordia quien murió a causa de la explosión de la pipa de gas y de quien nadie habló. También comenzó a limpiar las cruces que señalan un difunto a un lado del camino o en la carretera. El Limpia tumbas termina y se despide cariñosamente diciéndoles “Me paso a retirar, aquí te quedas, con permiso…” y ellos le contestan con un viento muy bonito o mariposas blancas que pasan a su lado.

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