La sacudida muerte de Charlie Kirk, santo patrono de la derecha desinformada, los rednecks de cuello azul y cuello blanco, y los conservas más rancios de Latinoamérica, sacudió a propios, impropios, extraños y conocidos. Porque una cosa es “no estar de acuerdo con lo que dices”, y otra dejar de defender “hasta la muerte tu derecho a decirlo”. A raíz de ella, los más conservadores conservadores que todo lo quieren conservar, exceptuando el derecho del otro a vivir como mejor le venga en gana, demandan que se encuentren y publiquen los nombres de los profesores que le lavaron la cabeza y radicalizaron a Tyler Robinson, presunto asesino del defensor del derecho a sobajar al otro. Y es que por ningún motivo un hombre blanco, anglosajón y, si bien no protestante, mormón, podría tomar la decisión de matar a alguien con quien no está de acuerdo, tuvieron que lavarle la cabeza en la universidad. Sin teoría de la conspiración no hay paraíso.
Pero la exigencia de los conservadores en conservas, se queda corta. No basta con encontrar y publicar los nombres de esos lavadores de cerebros. Hay que ir más allá de quienes han ido más allá, hay que cerrar universidades y prohibir el estudio, hay que encarcelar a quien demuestre trazas de pensamiento crítico, hay que quemar libros, hay que aniquilar toda manifestación cultural que no sea blanca, anglosajona y protestante, hay que convertir los museos en centros comerciales, hay que hacer palidecer a Hitler, Mao, el régimen Talibán, Pinochet y a la cultura de consumo estadounidense.
No debe haber más adoctrinamiento en escuelas y universidades, no debe haber más escuelas y universidades. Toda enseñanza será reemplazarse por creencias sin fundamentos que se repitan hasta el cansancio, de forma testaruda y levantando la voz cuando los inexistentes argumentos no alcancen para no adoctrinar adoctrinalmente al otro, como nos enseñó Charlie. Quien piense diferente será catalogado con una “enfermedad mental, que necesita tratamiento cerebral”, si un hombre se acuesta con otro hombre se aplicará lo que receta el siempre actual Libro del Levítico, hablar de “privilegio blanco” será motivo de encarcelamiento por promover mitos racistas, calificar a un afroamericano como “basura humana” no es racismo, ni violencia sistémica, urge garantizar el derecho de que “las jóvenes [puedan] someterse a un hombre piadoso”. En fin, todo aquello que afecte al heteropatriarcado blanco, quedará proscrito por ser un instrumento lavador de cabezas. El nuevo pensamiento crítico será acrítico o no será.
Entrados en gastos
Incluso hay que seguir defendiendo, propagando e imponiendo la idea de que, como dijera Kirk, “vale la pena pagar el precio, por desgracia, de algunas muertes por arma de fuego cada año para poder tener la Segunda Enmienda y proteger nuestros derechos otorgados por Dios”
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

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