En medio de un clima político cada vez más polarizado, el dirigente nacional del PAN, Jorge Romero Herrera, encendió la polémica con unas declaraciones que luego intentó matizar. En una entrevista, el líder panista aseguró (en sentido figurado, según él) que a la oposición “sólo le faltaba recurrir a la violencia” para enfrentar al movimiento de la Cuarta Transformación.
La frase no pasó desapercibida, ni por la opinión pública ni por la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien desde su conferencia matutina hizo un llamado a la reflexión sobre la responsabilidad que implica ocupar un cargo de liderazgo. Recordó que los dichos de Romero generaron tal incomodidad que incluso la periodista que lo entrevistaba, Azucena Uresti, reaccionó con sorpresa.
Posteriormente, el panista negó haber sugerido violencia, acusando a quienes difundieron sus palabras de “tergiversar” el contenido de la entrevista. Sin embargo, el registro es claro: lo dijo, y lo dijo al aire. Intentar minimizar el impacto de esas palabras, bajo el argumento de que eran “figurativas”, no exime del peso político ni ético que conllevan.
La Presidenta Sheinbaum fue directa al cuestionar el tipo de narrativa que ciertos sectores de la oposición están promoviendo. Señaló que, lejos de construir una alternativa sólida, se recurre al dramatismo y la provocación. En su respuesta, la mandataria no sólo defendió el derecho a la crítica, sino también el deber de mantener la política dentro de los márgenes del respeto y la legalidad.
“Serenidad y paciencia”, respondió desde Palacio Nacional. Pero con claridad también dejó en evidencia que hay quienes juegan con fuego, sin medir las consecuencias de sus palabras.
En tiempos en los que la democracia se sostiene en el diálogo, no en la confrontación violenta, lo mínimo que se espera de un líder político es mesura. Porque aunque sea “en sentido figurado”, hay frases que no deberían decirse.

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