Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del PRI, se pronunció en contra de la elección de juzgadores del 1 de junio, calificándola como una “narco elección”. Sin embargo, sus declaraciones carecen de credibilidad.

Moreno critica los vínculos de ciertos candidatos con el crimen organizado, pero su propio partido ha tenido un historial manchado por la corrupción. Su condena parece más un intento de desviar la atención que un verdadero compromiso con la justicia.
El senador advirtió que no se puede esperar a que ocurran crímenes el día de la elección. Sin embargo, su partido ha sido parte del entramado político que ha permitido estas conexiones. ¿Por qué ahora, cuando su propia imagen está en juego?
Moreno también anticipó una baja participación electoral, sugiriendo que esto sería un fracaso. Pero su interés parece ser más por salvar su propia reputación que por la salud democrática del país. ¿Dónde estuvo su voz cuando su partido estaba en el poder?
Su llamado a anular candidaturas vinculadas al crimen es ambiguo. Lo que realmente falta es una autocrítica dentro de su propio partido. La hipocresía de Moreno se hace evidente: critica lo que él mismo ha permitido.
En este contexto su discurso suena a una táctica más que a una preocupación genuina por el futuro de la justicia en México. La política necesita acciones reales, no solo palabras.

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