Cuando se pensó que la campaña de la oposición de nombrar narcogobierno a la Presidencia de la República o narco partido, narco presidenta y narcopresidente, que había fallado porque fue vencida por Morena en las urnas, pero no se advirtió que el desprestigio no estaba destinado sólo a la derrota electoral sino a colocarle una trampa a la democracia para llevar a cabo un golpe de Estado.
Cuando algunos decían que hablar sobre un golpe de estado era paranoia puede advertirse ahora que era real, aunque era tan obvio que no se supo de dónde vendría ni cuándo. Así, en la Casa Blanca tomaron por cierta una campaña creada en la imaginación de los medios y la esperanza de la oposición.
El papel de los medios fue fundamental al dar a conocer cada una de las declaraciones sobre el tema de opositores de todos los niveles. La mecánica estaba planeada sobre un absurdo: considerar como evidencia una nota informativa en un país donde los periodistas y los medios más antiguos no gozan de credibilidad.
Cuando se pensó que el objetivo de la campaña contra la 4T era a corto plazo y de poco alcance, resultó que se trataba de una gran mentira a mediano plazo y con repercusiones mayores. No eran las elecciones las que querían ganar con especulaciones mentiras, sabían de antemano, que las tenían perdidas, sino un golpe de estado que echara abajo el triunfo en las urnas.
Los conservadores saben que tienen a la gran mayoría de la población en su contra, no sólo les dan la espalda los rechazan porque los conocen, tomaron por asalto al país por muchos años y en lugar de reducir la pobreza la multiplicaron sin piedad.
La oposición estaba adoctrinada, después de las elecciones se ocupaba la tribuna del Congreso sólo para machacar que México tenía un narco estado y que la Presidenta estaba vinculada con el narco, así como lo hicieron con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyas pruebas eran saludar a la mamá de Joaquín El Chapo Guzmán, y liberar a Ovidio ante la amenaza de una matanza de familias de militares que estaba en la mira de las armas de los narcos en Culiacán.
A los opositores no les importó dar la cara como el verdadero rostro del golpe y subían a tribuna a reiterar obsesivamente acusaciones cada vez más subidas de tono, que eran contrarrestadas con tolerancia e incluso con fastidio pero nunca con represión o censura.
La oposición tiene más de seis años de gozar de total libertad a pesar de la inconsistencia de sus juicios y tergiversación de la realidad con la ayuda incondicional de los medios a los cuales nunca se les ha amenazado con retirarles la concesión de sus empresas, con las que se han enriquecido los propietarios.
La Casa Blanca concluye que en México hay un narcogobierno, pero no se basa en denuncias, los detenidos, los delitos, las averiguaciones, sino en las consignas de una oposición rabiosa que difunde sus frases desgastantes en medios de relativa credibilidad.
Hasta aquí la celebración del éxito mediático de una oposición desesperada. Hasta ahí llegaron, porque desde el momento en que establece Trump una plática, con objetivos de negociación para llegar a un futuro acuerdo, los adjetivos como evidencias inventadas por la derecha mexicana se derrumban porque entonces significaría que el vecino sí negocia con narcos, o bien quiere decir que la creación del teatro alrededor de los adjetivos que la oposición quiso imponer a la Presidenta simplemente Trump se los pasó por debajo del Puente de Brooklyn.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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