Hace unas noches, recorría hacia abajo la colección de videos cortos al azar que ofrecen la mayoría de las redes sociales y no pude sino asombrarme del brutal bombardeo mediático sobre aplicaciones y usos de la IA.
Desde mis inicios en facebook, fui identificando diferentes formas en que esta plataforma solicitaba constantemente algo que al parecer era la materia prima de la que estaba hecha y a su vez fuente inagotable de nuevas ideas para ella: tus pensamientos.
A través de la sugerente e irresistible pregunta “¿qué estás pensando?”, fuimos testigos (sin saberlo) de la colocación del recipiente más grande jamás creado frente a nosotros, con el único propósito de almacenar segundo a segundo, todos los estados de ánimo , problemáticas, luchas y en resumen, aquello que nos pudiera definir como seres pensantes y sintientes.
Por más inteligente que el ser humano reclame ser, no podemos olvidar que a esa inteligencia la atraviesa también una serie de emociones y necesidades que nos llevan a la acción, de manera inicial o consecuente y desafortunadamente, la curiosidad inherente a nosotros sólo parece homologarse con nuestra necesidad de ser escuchados y dejar un legado, por esta y otras razones, somos proclives a caer en cualquier provocación para expresarnos que nos presenten las redes sociales, sin reflexionar en las consecuencias de ello.
A la distancia, es muy evidente que todo aquello que surgía en redes, como los primeros y arcaicos memes dibujados con paint, estaban destinados a registrar la respuesta del público ante distintos planteamientos, a esos memes mal dibujados, hace algunos años, siguieron las historias largas en facebook; enormes relatos en sucesión de consecuencias que llevaban un hilo mecánico, al que ahora podemos calificar con mucho menos temor a equivocarnos como “robótico”.
Los memes de inicio de año hicieron su aparición, creando tendencias artificiales y bolas de estambre para entretener a quienes nos sumergimos de lleno en el mundo de las “comunidades virtuales”.
Del mismo modo, en twitter surgieron cuentas de gente inexistente, dedicadas a sostener un hilo argumentativo que mantuviera enganchada a la audiencia y provocara miles de reacciones y expectativas respecto a los nuevos acontecimientos de la dichosa oficinista y su día a día y otros personajes que ahora es más que evidente que se trataban de creaciones ex profeso para seguir recopilando información con el fin de contribuir al desarrollo de esa enorme generadora de lugares comunes que para desgracia e insulto a todos los genios conocidos por la humanidad, un círculo muy reducido de oligarcas megalómanos ha mal llamado IA.
El avance científico de la humanidad jamás ha podido ser frenado, sin embargo, nos enfrentamos a un problema serio cuando este se encuentra ligado totalmente a los tiempos y objetivos económicos del mercado, es decir, que se transforma en tecnología consumible.
Por doquier encontramos creadores de contenido recomendando apps de IA para la realización express de todo tipo de tareas, sin embargo, estamos perdiendo de vista que al delegarle a una máquina no sólo nuestro trabajo, sino nuestros proyectos y sueños, e incluso al preguntarle sobre los enigmas más sensibles de nuestra vida, simplemente estamos trasladando nuestro desarrollo cognitivo, neuronal y tal vez muy pronto, psicoemocional (ya hay apps que dan consultas psicológicas u ofrecen compañía a personas solitarias o deprimidas) a una máquina que tiene como único fin, emular al ser humano, utilizando estándares mecánicos para prevenir errores y optimizar la productividad (omitiendo que el error es humano) pero que está programada sólo para dar respuestas estandarizadas basadas en lugares comunes.
¿Cuánto tardaremos en ver la manera en la que se ha desdibujado el mundo a consecuencia de la todavía incipiente IA? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que estamos atrapados en un loop diario que nos tiene dando tumbos contra las paredes acojinadas de nuestro propio manicomio?
Aquello que aún es considerado deleznable, como el plagio o la deshonestidad intelectual muy pronto se habrá desdibujado totalmente, pues estos robots algorítmicos, engañan cínicamente a sus usuarios, con una muy inquietante esperanza de que el sujeto sea tan ignorante que no le demande corrección o disculpa alguna y si lo hace, ya tener preparada una hipócrita justificación complementada con un “¿podrías ayudarme para que no vuelva a equivocarme”? Como si no fuera suficiente el plagio impune que han cometido contra la humanidad a cambio de entretenimiento de bajísima calidad y enganches emocionales baratos en redes sociales para ordeñar datos y más datos que representen miles de millones en ganancias para esa camarilla maligna apostada en Sillicon Valley.
DA CAPO
Hoy más que nunca, es necesario concientizar a todo aquel que quiera escuchar, que en aras del mercado y el dinero, podríamos estar entregando a los intereses más oscuros del planeta, la esencia misma de nuestra humanidad y delegando en el camino, aquello que forma parte fundamental de nuestra existencia: la búsqueda de nuestro propósito y lugar en el universo.
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