El recién juramentado presidente 47° de los Estados Unidos de Norteamérica no anuncia en esta etapa nada nuevo en realidad, mantiene el mismo discurso y emprende las mismas acciones del pasado que lejos están de sorprender a propios y extraños; éstas apenas sirven para alentar los deseos de desestabilización de los mexicanos que se oponen a la consolidación de la Cuarta Transformación en nuestro país y qué, conforme pasan los días, no encuentran manera alguna de mantenerse en el escenario político mexicano.
Por supuesto que la preocupación existe en varios sectores, especialmente en el mundo empresarial que sabe perfectamente lo que representa para sus intereses una posible expulsión de connacionales, pero al mismo tiempo, esa preocupación se ajusta a la dimensión del amago con alertas encendidas claro está, pero hasta ahí. Pareciera que hay más elementos para ocuparse que para preocuparse. Por eso, entre esa diferencia entre preocuparse y ocuparse, el arribo de Trump como presidente puede traer consigo una amplísima oportunidad para el gobierno de Claudia Sheinbaum de crear nuevas y mejores condiciones para la población mexicana; cuando menos así queda demostrado con la estrategia de atención que tiene preparada desde hace meses nuestro gobierno.
En eso de ocuparse la cuestión es bastante sencilla: Los empresarios mexicanos cuentan con la certeza de que la presidenta del país es de carácter firme y no se doblegará ante ningún amago, ostenta el principal liderazgo del país, no está sometida a ningún grupo de interés y, sobre todo, tiene el respaldo de la población envidiable para cualquier mandatario del orbe. Esto provoca que el poder económico o una buena parte de éste, busque adaptarse a una nueva realidad que obliga a caminar de la mano con el gobierno actual y eso significa hacer un frente común que beneficie a las mayorías. Una alianza de esta naturaleza como hasta ahora se ha configurado, por supuesto que augura estabilidad y allana el camino hacia la prosperidad por más utópico que pudiera parecer. Al mismo tiempo, queda claro que la economía mexicana puede fortalecerse si se prioriza lo local y se garantiza la protección social como viene sucediendo en el gobierno. Entonces, si se analiza desde esta perspectiva, observamos una relación gobierno-IP más sólida que nunca con un trato respetuoso y con objetivos en común que deja en el olvido la supeditación muy característica de los gobiernos del periodo neoliberal.
Expresado lo anterior y sin dejar de insistir en la “preocupación” en su justa dimensión, con optimismo creo que esta nueva etapa del presidente Trump al frente de la Unión Americana traerá consigo más y mejores oportunidades para nuestro país, incluso que lo que hay que temer es poco frente a los beneficios que arrojará consolidar la alianza descrita en el párrafo anterior pues encaminar los preceptos de la Cuarta Transformación no excluye a los empresarios, sino todo lo contario, los asume como motor de desarrollo y parte fundamental de nuestro país.
Conforme transcurran las semanas se irá constatando que el país se encamina hacia el liderazgo definitivo que incluso hoy lo coloca con mejores expectativas que las de la nación canadiense frente al señor Donald Trump; a ese liderazgo vendrá la adhesión no muy lejana de los países latinoamericanos que ven en la Cuarta Transformación un modelo digno de adoptar para transformar su realidad. Por eso, la actitud firme de la presidenta Claudia Sheinbaum, incluso sus propias declaraciones, dejan muy en claro que, por donde se mire, es más lo que se logrará para el país en la relación bilateral con el gobierno de los Estados Unidos que el riesgo que se corre. Perdón por la ironía, pero ¿imagínense si hubiera ganado la oposición?
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