La escalada de manifestaciones de “algunos” de los trabajadores del Poder Judicial alcanzó el pasado fin de semana, a uno de los eventos deportivos más importantes de la Ciudad de México, el Gran Premio de la F1; justa internacional que, conforme pasan los años, proyectan a la capital mexicana entre las entidades más modernas del orbe y como uno de los principales destinos turísticos a nivel mundial. Por esa razón, poco extraña que los manifestantes hayan elegido precisamente dicho evento por la cobertura internacional y porque, cualquier exceso o abuso de las fuerzas del orden trascendería más allá de los medios locales.
El intento de llamar la atención es completamente válido, aunque en realidad algo falló al final pues la idea de provocar un zafarrancho o algo por el estilo se fue debilitando cuando la policía capitalina encapsuló a una parte de los manifestantes que al final poco pudieron hacer más allá de las consignas acostumbradas. A ello hay que sumar que sí, entre otras cosas, los manifestantes anhelaban recibir algún tipo de respaldo de los asistentes al evento, esto no sólo no apareció, sino por el contrario, muchos expresaban su rechazo a la protesta pues le ponía un prietito en el arroz al evento que esperan con ansias desde meses antes.
Pero esta experiencia puede arrojar varios elementos a analizar; primero: ciertamente las manifestaciones (insisto) de “algunos” de los trabajadores del poder judicial suben y bajan de tono, y, aunque generan cierto caos y en ocasiones violencia hacia otras personas así como a inmuebles, en realidad no han alcanzado las expresiones de violencia que se dan en otros casos, por esa razón, la idea de “contener” a un grupo, incluso la de aislar a individuos, parece ser la manera más correcta para evitar conatos mayores. Segundo: Dentro y fuera de manifestaciones de este tipo oscilan diferentes intereses que van más allá de la propia protesta, en el caso del Poder Judicial están más que claros cuáles son, pero en una movilización de esas características, resulta esencial colocar un muro humano de contención que limite la confrontación entre ciudadanos. Tercero: no falta quien, ya sea intencionalmente o al calor de los acontecimientos se exceda a la hora de manifestarse, en casos como esos, cuidadosamente se debe dar un trato especial que, sin violar ningún derecho humano, mucho menos el de la libertad de manifestación y de expresión, establezca sanciones adecuadas. No es justo por ningún motivo que un policía reprima a quien ejerce su derecho a manifestarse, como tampoco lo es que un elemento de la policía sea agredido cobardemente por una multitud. Los derechos son para todas y para todos.
Respecto a la actuación de la policía, leí una columna en el periódico “la jornada” donde el autor señala que “las protestas que cada día son más y cada vez tienen menos sentido social se han multiplicado”. Difiero en esta ocasión del maestro Miguel Ángel Velázquez, porque no creo que sean más las protestas que tienen menos sentido social, menos en un país donde apenas en el sexenio pasado ha habido avances. Los pendientes siguen siendo muchos y en distintos rubros, sin que eso signifique que no haya manifestaciones (como la del poder judicial) que no hace otra cosa que defender privilegios y que para nada le interesan los derechos. Quienes deberían de manifestarse son los miles de ciudadanos que se han visto afectados en muchas ocasiones por la falta de justicia.
Diría que la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación no debería de confundirse, contención no es represión, pero en realidad no hay “confusión” alguna, la mentira y la exageración de señalar que existió un uso de la fuerza del Estado contra los manifestantes, o la patraña del incremento de la violencia institucional es ya parte de la cantaleta reiterada que pronto terminará. Pueden acudir a los organismos internacionales que consideren necesarios, solo que algo convenientemente no comprenden con aquello de la soberanía: es el pueblo quien determinó acabar con este modelo de poder judicial, no una persona, no un partido político. Ya pasó la reforma y, a como se ven las cosas, seguirán sin entenderlo.
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