Los primeros cuatro días de Claudia Sheinbaum al frente del Poder Ejecutivo nos garantizan que el suyo será un sexenio trepidante, lleno de emociones y de regocijos sin fin, como lo fue el de López Obrador. Serán tiempos interesantes estos en los que juntos seguiremos haciendo Historia.
Los adversarios a la transformación democrática, social y política del país pondrán todo su empeño en seguir cuesta abajo en su rodada, como quiere tercamente el tango. Sueñan –sigue el tango de Gardel- con el pasado que añoran, el viejo tiempo que lloran y que nunca volverá.
No los desalienta caer en el ridículo intelectual, nada los merma en su torpe vocación de conos de entrenamiento a los que hay que esquivar y en sólo cuatro días ya manifestaron su desacuerdo ante la decisión presidencial de no invitar al rey de España a la toma de posesión de Claudia, como si alguna falta hiciera la presencia de ese anacrónico y grosero personaje hijo de un regio y monumental corrupto.
El Poder Judicial, para no quedarse atrás en el teatro bufo que orquesta la derecha en contra de los intereses nacionales, se decidió por la comodidad del descanso antes que por el cumplimiento de sus deberes y se otorgó a sí mismo una prórroga a su paro de labores para abultar los 8 mil millones de pesos que les llevamos pagados de nuestros impuestos por no hacer otra cosa que no sea gritonear sus despropósitos.
Los magistrados sólo interrumpirán sus vacaciones con todo pagado para revisar si la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es constitucional y no está infringiendo su ley particular –la que nos quieren imponer ocho ministros a 120 millones de mexicanos-; y si así fuere, que el dichoso librito se vaya al fuego del golpe de estado con todo y el Congreso de la Unión que lo reformó.
Como corolario de este recuento no exhaustivo de iniquidades conservadoras exhibidas en sólo cuatro días, resulta que dos regresivos cómicos de mala muerte pretendieron mofarse de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien serena y científicamente los volvió al olvido que serán y que les corresponde como los personajes misóginos que en realidad siempre han sido.
Claudia es continuidad y es cambio a la vez. Continuidad y profundización de los cambios ya instituidos por la transformación del país. Cambio al situar a la mujer en el lugar que le toca dentro de la sociedad, que ya no podrá relegarla, obviarla, pasarla por alto y dejarla de lado.
El cambio profundo pasa por sutilezas decisivas como la de exigir que se la llame “presidenta” y no “presidente” porque “lo que no se nombra no existe” según reza la frase por todos conocida.
El senador Gerardo Fernández Noroña insistió en que el título correcto es “presidente”. Tiene razón, porque los sufijos latinos –ante y –ente significan el que realiza o la que realiza, sin distinción de género, y forman sustantivos o adjetivos derivados del verbo.
El primero de los sufijos mencionados se aplica a los verbos terminados en –ar. Así, de cantar – cantante, de danzar – danzante, de caminar – caminante. Y los verbos terminados en –er y en –ir adoptan el sufijo –ente. Por ejemplo, el verbo absorber se vuelve absorbente, obedecer – obediente. Y en –ir, como dormir se forma durmiente. En fin, perdóneseme este excesivo esfuerzo de profesor de Español que ya dio la clase.
Contra viento y marea (aunque sea rosa) y aun contra las leyes de la gramática, el sexenio de Claudia Presidenta con A tendrá a la mujer en un plano sobresaliente y será brillante, ascendente, creciente y deslumbrante. Para los conservadores será otro sexenio torturante, menguante y asfixiante. A la reacción derechista no le quedará otro papel más que seguir delirante.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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