Quienes combatan la inseguridad debe contar con un alto grado de legitimidad en la sociedad para ser efectivos, de tanto nivel que los delincuentes sepan que detrás de las armas y el uniforme hay un pueblo apoyando las batallas y dejen de infiltrarse en la sociedad para convertirla en su cómplice.
Así, se garantiza la seguridad de las personas con la certeza de que las personas apoyan a quienes los protegen. Si en algún momento las fuerzas armadas fueron enemigos del pueblo, de los estudiantes, de los jóvenes, de los maestros, del pueblo, es hora de convencerlos que somos el escudo que consolida su fuerza en la guerra contra la delincuencia.
Es verdad que los militares se ganaron su lugar en el desprecio de los mexicanos, principalmente en los años 60 y 70. De Díaz Ordaz a Peña Nieto los militares obedecieron órdenes equivocadas de comandantes supremos equivocados y espurios. El error no es de quien obedece sino de quien ordena.
Las dictaduras militares de América Latina contribuyeron de manera importante, en el desprestigio de los uniformados, la represión, tortura, desaparición como medidas de orden en esta parte del continente alejaron a los militares de la población.
Quienes fueron utilizados para combatir al pueblo en México tuvieron tiempo para rectificar su propia historia. Ahora, los herederos de esos represores quieren impedir el olvido y la reestructuración que realizan todas las fuerzas armadas en el mundo. Para los conservadores mexicanos las luchas del pasado son presentes y las actitudes de la historia deben ser inamovibles para poder entenderlas. No entienden la permanente evolución lógica de las sociedades de nuestro país y el mundo.
Esos mismos conservadores que impulsaban y justificaban la represión ahora exigen que los militares reduzcan sus atribuciones frente a la violencia y sea la violencia la que impere para magnificar un problema que desde el inicio del sexenio se ha inflado mediáticamente como parte del nado sincronizado que mostraba un enemigo común desde trincheras diferentes.
Definitivamente no es el mismo Ejército bajo el mando de Calderón que bajo el mando de Claudia Sheinbaum. La cantidad de votos, la legitimidad, la inteligencia, la ideología, la trayectoria, los estudios, la visión de país, etc. Los muestra en puntos antagónicos de la historia. Así también las estrategias de los militares.
La necesidad de los conservadores por mantener todo estancado para así poder entender la realidad y situarse en el presente tiene una constante que en este sentido les da elementos válidos para el debate y que tiene que ver que México padece como vecino al consumidor de drogas más grande del mundo. Esta condición no ha cambiado en más de un siglo e impone violencia en México obligadamente.
La inseguridad para los conservadores es un cheque en blanco, lo mismo la usan para desgastar a un gobierno, que para comprar y vender armas con el pretexto de las batallas por la tranquilidad social. La inseguridad ha sido parte reiterada y esencial del discurso de la oposición, la exageran o la reducen según sus necesidades políticas. Saben que, al incorporarse a la Guardia Nacional, su utilización política se reducirá considerablemente.
Es decir, la intensidad de la inseguridad nada tiene que ver con los niveles de guerra que tratan de someterla. Los factores políticos de la inseguridad se reducirán considerablemente y podrá medirse con mayor precisión y atacarse con eficiencia.
La derecha retoma la mala reputación del pasado de los militares y las expresiones de violencia a causa del narcotráfico. Por mucho que se eleve el consumo de drogas en México nunca será igual o similar al que existe en Estados Unidos. La violencia es a causa de la droga sus rutas, precios, clientes, socios, etc.
El panorama que combina mala fama de los militares y marinos y la violencia, sin patrimonio de la derecha. Su complicidad que mantuvo por tres sexenios Genaro García Luna, y personajes anteriores, incluyendo generales y presidentes de la República, requieren libre juego para el crimen organizado como el que se desarrolla desde hace años en Guanajuato.
La llegada de la Guardia Nacional a la Sedena complica la complicidad de la derecha con el narcotráfico, sobre todo en una fusión realizada por la izquierda en el gobierno. En remembranza de los golpes militares que reprimieron al pueblo escogen la palabra militarización que tiene que ver con el control del Ejército de la política y en su nombre rescatan en el discurso y el debate hechos que nada tienen que ver con el Ejército ni con la seguridad, como fue el caso de introducir, con calzador, la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre en el debate del Senado como una continuidad de la opresión.
Militarización es un proceso de represión y control sobre la sociedad y la política. La presencia de militares en las calles y caminos es la consolidación de un nuevo pacto nacional, incluso fraternal, entre uniformados y mexicanos.
En todo caso se policializa el Ejército pero no se militariza la policía. En los congresos locales ya se aprobó y nada hay que hacer más que vigilar que el objetivo de erradicar la inseguridad se cumpla. El manejo mediático de los términos que sólo surgió al discurso de la oposición para desgastar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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