Después de permanecer agazapado en las sombras selváticas, arrinconado en el ropero de los triques viejos, el “capitán” Marcos reapareció en los terrenos de la poesía para darnos a conocer lo que piensa de AMLO y de una vez por todas acabar de hundir su enmascarada figura en el ánimo popular. Qué bueno que lo hizo, porque el 64% de aprobación popular a la figura presidencial necesitaba el apretón de tuercas que sólo el aguzado “capitán” podía darle.
A su juicio, el presidente López Obrador encarna los peores defectos de los presidentes del país desde Díaz Ordaz hasta Peña Nieto. Y así nos lo hizo saber.
En la paradoja donde los extremos juntan sus misticismos hasta volverlos delirantes, la ultraderecha empresarial y la ultraizquierda de cartón piedra representada por Marcoshacen corto-circuito. Va paradójico ejemplo a continuación: “El hecho de que la población no entienda lo que va a pasar no quiere decir que nuestro diagnóstico sea falso, nuestro diagnóstico es correcto, la población lo puede o no entender”, afirmó Aguilar Camín en televisión, que es idéntico a los señalamientos del “capitán”. ¿Así, o más juntitos?
Marcos describe a López Obrador de una manera que ni a los más perturbados opositores se les hubieran ocurrido. Asegura que AMLO muestra las características presidenciales que justamente el fascismo empresarial le recrimina no tener. ¿O qué más quisieran los fachos disfrazados de empresarios que López Obrador tuviera la perversidad de Salinas para que los enriqueciera de nuevo hasta el embrutecimiento? ¿Qué más le pedirían a la hadita buena de los deseos que AMLO ostentara la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox para abusar de él como hicieron con el ingenuo labregón1 de Guanajuato hasta hacerlo soñar que su esposa un día sería presidenta? Las descripciones que hace Marcos, ahuyentados de ahí los argumentos pero no el resentimiento, sólo retratan el rencor que ahoga al “capitán” por no haber sido él quien condujera la transformación del país.
Las crónicas marquianas serán sin duda solaz y venganza de los medios de manipulación mediática contra AMLO sin que al pueblo, verdadero y único interesado en el asunto de la vida pública, le importen esos poéticos berrinches de niño gordo ilustrado porque no moverá un centímetro su apoyo a la política de la Cuarta Transformación que lo sacó del olvido para situarlo en un lugar protagónico en la vida pública del país.
Es obvio que los proyectos políticos de AMLO difieren radicalmente de los de Marcos, pues mientras éste se extravía en el catatónico mar de la retórica construida por los flashazos y las páginas periodísticas, AMLO, modestamente, trabaja para que disminuyan los índices de pobreza, negocia para que se incremente el salario mínimo en 120% a lo largo de su sexenio, aumente el índice de empleo, se cobren equitativamente impuestos a los anteriormente beneficiados por las condonaciones impositivas para que se redistribuya con justicia esa riqueza generada por los trabajadores. Con tanto trabajo no le queda tiempo ni para ir al cine (“¿A qué horas?”, respondió cuando en una mañanera un reportero le preguntó si había visto la película “¡Que viva México!”) ni para responder las diatribas del Zapata redivivo que sueña ser Marcos.
La labor del presidente que pronto se va ha llegado más lejos de lo palpablemente enumerado en el párrafo anterior al convertir la política en un asunto cotidiano que se ve, se vive y se discute en el ámbito público. La política, cierto, ya no es sólo asunto de políticos, aquellos seres encorbatados que calzaban finos mocasines y tenían un espinazo flexible hasta la deshonra.
Hoy la dignidad -antes hurtada, escamoteada a los pobres- es asunto cotidiano y cualquier persona se expresa con firmeza, claridad y conocimiento de los asuntos políticos que le afectan. En cambio y como parte de la transformación del país, los borreguiles acarreados que antes nutrieron las concentraciones priistas hoy se visten de rosa y son llevados a manifestarse para evitar “que el dictador nos convierta en Venezuela”, como reza su intoxicado discurso circular sobre el que vuelven una y otra vez.
Marcos es una voz más en el coro de los que sobreestimaron su figura y supusieron que la revolución se haría con ellos o mejor no se haría, como Cuauhtémoc Cárdenas o Roger Bartra. Mala apuesta. “Los trabajadores son el alma de la Cuarta Transformación”, expresó el presidente en una conferencia. Es el pueblo el que tiene ahora la palabra. Lo otro es una mascarada carnavalesca que ya no tiene lugar en una sociedad transformada a la que no comprenden. Tal vez, nunca la han comprendido.
- 1 labregón s y adj (Popular) Persona adulta que es muy holgazana o tiene comportamientos infantiles. Diccionario del español de México https://dem.colmex.mx/ver/labreg%C3%B3n
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