Los cambios sociales suelen ser analizados a posteriori en libros de historia, y siempre se señala que fueron procesos de muchos años; en algunos casos décadas o hasta siglos. Sin embargo, el abandono de los medios corporativos, la normalización de la política como tema cotidiano de discusión, así como el ansia irrefrenable de buscar información y conocer el panorama histórico que nos trajo hasta aquí, constituyen, junto con el trabajo de Andrés Manuel López Obrador como líder social y presidente; lo que denominamos como cuarta transformación. Las transformaciones anteriores fueron la independencia, la reforma y la revolución. Hay que decir que jamás se había involucrado tanta gente en un proceso como éste.
La irrupción de AMLO con su “fuera máscaras” permitió que mucha gente cayera en consciencia de lo importante que es tomar partido en una ideología, y que no estaban los tiempos para tibiezas ni cómodas neutralidades. Y resulta que, al ser México un país latinoamericano de pasado colonial y población mayormente pauperizada, llegado el momento de elegir, y con los suficientes elementos a la mano gracias a las redes sociales, la mayoría se inclinó hacia la izquierda.
Y por supuesto que, como en toda democracia, también hubo quienes prefirieron optar por la derecha, aunque no estén tan conscientes de ello. Ya se dijo que el movimiento obradorista está integrado por personas que buscamos y compartimos grandes cantidades de información con perspectiva histórica. Sin embargo, los ciudadanos que en esta elección han votado por Xóchitl Gálvez, lo han hecho habiendo abrevado en los medios corporativos y motivados por el odio hacia AMLO que les infundió la industria cultural durante años. Todas las parodias, imitaciones burdas, alusiones y francos insultos a la figura del hoy presidente, tienen aún a mucha gente pensando que se trata de un personaje maligno y perjudicial.
Las derechas en el mundo comienzan a asentarse cada vez más y a articularse en torno a lo que ellos llaman “la batalla cultural”, para combatir a todos los males que “el comunismo” trae consigo. Algunos de ellos se denominan “libertarios” y su buque insignia en la actualidad es Javier Milei, que en un desliz del electorado argentino, ha llegado al poder. En México tenemos a Lilly Téllez, Eduardo Verástegui, Giancarlo Portillo, Raúl Tortolero y algunos otros de menor relevancia. Algunos relacionados con el PAN y otros demasiado radicales para el partido de origen católico. Sin embargo, y aunque articulen movimientos bastante visibles en redes sociales, no corren buenos tiempos para ellos en México. La abrumadora mayoría de izquierdistas o “zurdos de mierda”, como ellos nos llaman, los tenemos bastante acotados y aún sin acceso real al poder.
Claudia Sheinbaum llega a esta jornada habiéndose ganado el cariño, la confianza y el respeto de la mayoría de los mexicanos, y eso ha quedado demostrado en las urnas. Seis años de clasismo, racismo, burla y menosprecio no hicieron mella en el ánimo popular. Ese grupúsculo de gente cuya naturaleza es el odio se disgregará para volverse a juntar en el próximo periodo electoral. Muchos de ellos, que solo se han politizado de forma transitoria, volverán de lleno a la frivolidad diciéndose decepcionados de la política.
El trabajo de Claudia Sheinbaum no será ya de convencimiento como lo fue el de AMLO. Sus retos son de carácter, sobre todo, legislativo. Hay que inscribir en la constitución más programas sociales y lograr las reformas energética, judicial y electoral, aunque si se puede también la laboral, mucho mejor. El sello de los gobiernos de derecha no está solo en el ejercicio diario del poder, sino en el paulatino cambio de identidad que hacen de la constitución para beneficio de los poderes fácticos.
Las palabras con las que Claudia se dirigió a las mujeres en su cierre de campaña fueron muy contundentes y aún me enchinan la piel cuando las recuerdo: «llegamos juntas». El tamaño de líder social que tenemos dio para allanar el camino de las mujeres hacia el poder en un país que cada vez más deja a un lado el machismo que lo caracterizaba. Que se a tiempo de mujeres y que lo hagan muy bien.
Estamos construyendo el segundo piso de la cuarta transformación de manera formal. Probablemente algunos no ascenderemos a él directamente, pero sí nuestros hijos y nietos, que gozarán de la prosperidad compartida y de derechos laborales que generaciones como la mía perdieron por estar embobados en la televisión. Estamos resarciendo los errores del pasado y haciendo honor a todos los que lucharon antes que nosotros.
El 1 de octubre iniciará una era de la que afortunadamente podremos reponernos en lo sentimental, porque tenemos a Claudia, tenemos una lideresa con los objetivos claros, la inteligencia y la bondad que cualquiera de nosotros pondría al servicio del pueblo si estuviera en su lugar.
Ha sido un honor estar con Obrador, y probablemente en el corazón siempre lo estaremos. Y ahora, por supuesto que será un honor estar contigo, Claudia, mi querida presidenta.
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