1 de diciembre de 1970. La voz engolada y al más puro estilo priista de Luis Echeverría Álvarez se escucha en el remodelado Auditorio Nacional. El presidente que se encargó de destruir al país y llevarlo a una crisis económica, social y política –uno de tantos– cree emocionar a la concurrencia con su discurso de toma de posesión. Como ministro de culto, abre los brazos y vocifera ante numerosos y trajeados seguidores:
Transcurrido siglo y medio de vida independiente y seis décadas de transformación nacional, México debe fortalecer el contenido económico y social de sus instituciones democráticas. Es el camino que nos señala la Constitución de 1917. Con el firme propósito de seguirlo, asumo la responsabilidad de coordinar el esfuerzo de mis compatriotas desde la Presidencia de la República.
Puras palabras huecas, pues el sujeto de lentes y escaso cabello hará durante su gobierno justamente lo contrario: propiciará el crecimiento, pero del déficit fiscal, y llevará al país a una escalada de represión, pobreza e inflación. Y cómo no, si su secretario de Hacienda era José López Portillo, ni más ni menos que el narcisista que lo habría de suceder y que juró defender el peso como un perro, pero terminó devaluándolo en más de 400 puntos porcentuales.
Echeverría venía de ser secretario de Gobernación en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, de modo que ambos eran culpables de la matanza de Tlatelolco de 1968. También sería responsable del Jueves de Corpus, el Halconazo del 10 de junio de 1971 y la Guerra Sucia, que causaría un gran número de muertos y desaparecidos que no terminaría hasta finales de la década de los noventa. Todo entonces podía pasar, pues, en palabras de Daniel Cosío Villegas, en México se vivía “una monarquía absoluta, sexenal y hereditaria en línea transversal”.
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[Hay personas confundidas o con muy mala leche que comparan a Luis Echeverría con Andrés Manuel López Obrador, sin reparar en que nuestro actual presidente ha sido un excelente administrador de la Hacienda Pública, además de un auténtico demócrata. Son tan “parecidos” que ambos usaron a las fuerzas armadas, nomás que AMLO lo hizo para construir aeropuertos, trenes, hospitales, cuarteles o bancos, y el otro, para asesinar estudiantes y opositores de su gobierno].
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Candil de la calle, a Echeverría le dio por apoyar a los gobiernos socialistas, pero fue un acérrimo enemigo de la libertad de expresión (botón de muestra es el cierre del Excélsior de Julio Scherer al final de su sexenio). Falsario, abanderó las causas de los desprotegidos, pero permitió la corrupción a manos llenas, aumentó el número de pobres, propició el desabasto y la fuga de capitales; se dijo innovador, pero sumió al país en una inflación del 27 % y una serie de devaluaciones le dieron al peso casi la mitad de su valor respecto al dólar. Por si fuera poco, entregó la presidencia a su amigo y mascota José López Portillo.
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18 de octubre de 2023. El presidente López Obrador se siente orgulloso de estar considerado como el segundo presidente mejor evaluado del mundo, solo unos puntos por abajo de Narendra Modi, primer ministro de la India. Pero le da más orgullo haber sacado a nueve millones de mexicanos de la pobreza. En respuesta a la pregunta de un reportero, habla del Ejército y la Marina:
Son muy leales, muy institucionales, profesionales, respetuosos de la autoridad civil. Y nos están ayudando muchísimo […]
Ante la preocupación que por el sargazo tenían empresarios del turismo y autoridades de Quintana Roo, comenta:
Le pedí al almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina: “Usted se hace cargo y esto lo vamos a resolver”, y lo resolvimos. […]
Luego se refiere a la honestidad y responsabilidad de los militares, y a la vigilancia que darán a los trenes:
Lo mismo en el istmo: ya están construyéndose, ya están incluso terminadas bases navales en Ixtepec, en Medias Aguas otra base naval. Protección, seguridad.
Y continúa:
Yo una vez les hablé de las misiones que tiene, por ejemplo, el Ejército. Son cinco:
Una es la defensa de la soberanía.
Dos: la defensa interior, esto es, la protección de instalaciones estratégicas. […]
La tercera misión es ayudar en el desarrollo social. Ahora nos están ayudando en la distribución de los libros, para que lleguen a todas las escuelas, hasta los pueblos más apartados. Nos están ayudando la Marina y la Defensa. […]
Bueno, la cuarta misión es la más desarrollada en este gobierno, que es la contribución al desarrollo del país. Imagínense lo que están haciendo: aeropuertos, trenes, carreteras, distritos de riego. Dos mil 700 sucursales del Banco del Bienestar construidas por ellos. Como 300 cuarteles para la Guardia Nacional. Entonces, esa es la cuarta misión.
Y la quinta, el Plan DN-III y el Plan Marina, en el caso de la Secretaría de Marina, auxiliar a la población en casos de desastre.
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16 de abril de 2021. Despreciado, vilipendiado como ningún otro, Luis Echeverría reaparece en público en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria. Está a punto de cumplir cien años y sus familiares lo llevan en una silla de ruedas para que le apliquen la segunda dosis de la vacuna contra el covid-19. Así es la democracia, pues hasta un asesino está protegido contra el virus mortal. México es uno de los cinco países con más de 100 millones de habitantes que más ha vacunado a su población. El mundo estuvo paralizado, aterrorizado, pero las vacunas y el gran trabajo del gobierno mexicano nos han dado respiro, incluso al único extitular del Ejecutivo que tuvo órdenes de aprehensión y arresto domiciliario. Finalmente, años después, se le acusó de genocidio por la matanza de Tlatelolco y la del Jueves de Corpus, aunque la justicia de este país, que nunca ha sido diferente, lo exoneró y no pisó la cárcel.
[Pero eso sí… AMLO es igual a Echeverría: ambos son populistas y se levantan temprano].
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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